Cuando nos ponemos en la tesitura de emprender, de llevar a cabo algún proyecto que pueda desembocar en la creación de un negocio, el mayor problema al que nos enfrentamos suele ser el acceso a la financiación que nos pueda llevar a la conformación del mismo. Además, en un escenario de crisis financiera, prácticamente este punto ha sido el más crítico de todos, con los bancos cerrando a cal y canto el grifo por el que otrora fluía alegremente el crédito para realizar estos menesteres. En este contexto, vemos interesante presentar algunos de los tipos de financiación que surgen actualmente como opción para soportar económicamente nuestras ideas y proyectos.
Sin embargo, es importante que antes de llegar a este punto hayamos llevado a cabo un plan de viabilidad del mismo que sea lógico y consecuente también con el modelo de negocio que pensamos poner en marcha. Todos estos datos serán necesarios tanto para optar a la financiación elegida como para que posteriormente dure en el tiempo la puesta en marcha y funcionamiento del mismo.
¿Qué método de financiamiento es mejor?
Y es que todas las opciones de financiación son válidas, pero es necesario encontrar aquella que cuadre perfectamente con el modelo de negocio que tenemos pensado para nuestra empresa. Aquí os ofrecemos diferentes opciones:
- Financiación tradicional: Recurrir a una entidad financiera para llevar a cabo la petición de crédito por parte del emprendedor suele ser una de las opciones más escogidas por la mayoría. Es una elección rápida y muy sólida, pero a ella únicamente pueden optar aquellos proyectos que tengan un alto grado de solvencia y que aporten un plan de futuro totalmente realista. Hay que dar avales para optar a la financiación y mostrar los propios recursos que puedan sostener el negocio en sus inicios.
- FFF: Las siglas de lo que vendría a ser «Family, friends and fools». Una forma de financiación muy común en la sociedad y que tiene como objetivo al entorno más cercano que rodea al emprendedor. La relación personal que haya con la persona objetivo es fundamental, y los plazos de devolución los más flexibles de todas las opciones disponibles. El problema, evidentemente, el riesgo que asume una persona cercana y que la cuantía suele ser muy pequeña.
- Subvenciones: El Estado suele ser un apoyo importante en ocasiones cuando deseemos empezar el camino de emprender. Es cierto que tiene mucha limitación en cuanto a cuantía, pero cuando el Ejecutivo decide poner en marcha mecanismos de generación de empleo y creación de empresas hay que estar atentos a las posibles ayudas que se puedan obtener en este sentido.
- Microcréditos: Esta financiación está limitada a ese espectro de gente que se encuentra en riesgo de exclusión económica, laboral y social. En definitiva, a los emprendedores que disponen de pocos recursos económicos y que no pueden presentar ningún tipo de aval necesario en otra serie de financiaciones. La cuantía se suele establecer entre los 15.000 y los 25.000 euros.
- Financiación propia: Una opción lógica, pero que no siempre es posible por los recursos que uno mismo dispone. Si los ahorros con los que contamos nos lo permiten, es buena idea apostar fuerte por nuestra propia empresa antes que acudir a cualquier otro tipo de financiación externa que nos haga poner avales y se incremente un riesgo ya de por sí presente en la propia acción de emprender.
- Crowdfunding: El mecenazgo de toda la vida, pero adaptado al momento actual y de forma masiva. A través de una plataforma, presentamos nuestro proyecto a los potenciales inversores durante un espacio de tiempo determinado. De esta forma, establecemos diferentes niveles de participación a cambio de incentivos, pudiendo cada persona entregar una determinada cantidad de dinero consiguiendo luego una retribución relacionada con la actividad que vayamos a desarrollar.
- Capital riesgo: Se trata de la segunda fuente de financiación más demandada en la actualidad. Está formada por inversores privados que buscan startups que tengan un importante potencial de crecimiento, aunque también un riesgo que siempre va acompañado de este potencial. A cambio de un porcentaje de la empresa ofrecen sus recursos, aunque también a veces exigen algún puesto de dirección. El problema es la poca flexibilidad que suelen introducir en las empresas en las que invierten.
- Préstamos participativos: Este método de financiación pone en juego también la figura de la entidad que presta el dinero. Ésta une su suerte también a la del emprendedor y el proyecto, facilitando una devolución del préstamos en cómodos plazos e intereses, pero formando parte de los beneficios si éstos llegan a aparecer en algún momento. Las empresas cuyo proyecto tienen un riesgo desmedido, pero una buena idea, pueden optar por este mecanismo para llevar adelante su iniciativa.
- Business angels: Estos inversores privados aportan su propio capital a la empresa que lo solicita si lo ven conveniente. Sin embargo, su actitud es más de profesor o mentor, pues aporta también sus conocimientos junto con el dinero para ayudar a que la idea pueda llegar a buen puerto. El problema es que, en algunas ocasiones, su intervención en el proyecto puede ser demasiado elevada y se puede llegar a distorsionar el plan que teníamos trazado desde un primer momento.
Si necesitas ayuda para saber cuál es el mejor tipo de financiación para tu negocio, puedes contactar con nosotros y un experto te ayudará encantado.
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